martes, 20 de marzo de 2018

UN PESCAÍTO ENTRE TIBURONES



El crimen del “pescaíto” Gabriel alerta de la sociedad de los escualos. Y expone la ferocidad del hombre en sus comportamientos atávicos y primarios. Por eso no tiene sentido el diagnóstico psiquiátrico que pueda hacerse de la presunta autora -o autores- ni conviene exagerar la pugna de las fuerzas del mal contra las del bien en la narrativa del maniqueísmo judeocristiano.
El mal forma parte del ser humano sin necesidad de coartadas sobrenaturales ni de principios religiosos en contraposición. Y la civilización sirve para contenerlo o anestesiarlo, pero no alcanza a reprimirlo. Ni siquiera cuando la víctima es tan indefensa con el pequeño Gabriel. Un crimen atroz que ya hemos visto otras veces, y que volveremos a ver porque la ejecución del niño almeriense obedece a un obsceno prosaísmo: la gran mayoría de los asesinatos se cometen en el entorno de la víctima y se precipitan por el dinero —no es el caso— o las pasiones, siendo los celos y la venganza —sí parece el caso— los móviles más comunes en el comportamiento depredador.
La frialdad del patrón no contradice el escándalo del infanticido ni el estupor de la sociedad en el hallazgo de sus zonas abyectas. Empezando por la naturalidad, la normalidad, con que Ana Julia Quesada, la pareja del padre del niño, se desenvolvía en las manifestaciones de repulsa, en las operaciones de búsqueda, en el calor a la madre, en la solidaridad a los vecinos del pueblo, en la convivencia con el padre de Gabriel, 12 noches, sabiendo de antemano el desenlace.
Sobrecoge la capacidad disociativa de Quesada, la anomalía de la abstracción. Sobrecoge menos la banalidad con que concibió su papel en la trama, esa torpeza del delincuente poco común al que termina delatando su impericia y su amateurismo. E impresiona la frialdad con que operaba a cuestas con el cadáver del chaval, como si la ausencia de vida lo hubiera transformado en un paquete. Y como si a la crueldad del crimen hubiera que añadir el crimen de esconderlo en una deriva insaciable que termina corrompiendo cualquier atisbo de humanidad.
La piel y la nacionalidad de la presunta autora o cómplice han acelerado las turbinas del vertedero de las redes sociales. El hedor justiciero y la xenofobia, contrapeso a la solidaridad y abnegación de los vecinos de Níjar en las tareas de búsqueda, se incorporan a la amalgama del duelo tanto como lo hacen los debates oportunistas sobre la prisión permanente revisable.
Vuelven a reclamarse soluciones en caliente, cataplasmas a la psicosis social. La reforma del código penal con el trasfondo de la cadena perpetua se ha convertido en panacea y solución milagrera, no ya contradiciendo los principios constitucionales y civilizadores, sino atribuyendo al escarmiento una capacidad sanadora que nos prevendría de los diablos domésticos al acecho. ¿Cómo hubiera evitado la nueva ley la muerte del pequeño Gabriel?
Es el contexto en que algunos tertulianos comenzarán a preguntarse si la sociedad está enferma. Y lo está, pero no como emergencia contemporánea, sino como sustrato fundacional. El infanticidio es tan antiguo como las fauces de Saturno, como las manos de Medea. Y como las leyendas oscuras de las madrastras a las que Zeus quiso poner remedio con el vellocino de oro.
Ha dicho Patricia Ramírez esta mañana en el programa de Alsina que el mejor homenaje que puede hacerse a la memoria de su hijo es subordinar la rabia a los mejores sentimientos. Ella podía pedir venganza desde su combustión sentimental. Y si no lo hace, es ridículo que nos pongamos a reclamarla los demás para dar sentido a una camiseta que dentro de poco cambiaremos por otra.
Rubén Amón, El País, 12 de marzo de 2018

martes, 13 de marzo de 2018

LA HUELGA DE LAS MUJERES




A ver si nos enteramos. La huelga del día 8 no es una huelga laboral en la que tengan que intervenir partidos políticos, sindicatos y ministerios. No es una huelga en la que las mujeres se paren y dejen de trabajar para disminuir las ganancias de los empresarios o la caída de la bolsa. No se trata de no hacer nada para que los patronos se den cuenta de que si ellas no trabajan las cuentas no salen como ellos desearían. No se engañen. La huelga del día 8 es otra cosa. Es una manera de mostrar cómo muchas actividades dependen de ellas y si ellas dejaran de realizarlas el mundo se pararía. Es, sencillamente, quedarse sin hacer lo que cotidianamente hacen como las labores de una casa, de una calle, de un mercado, de una plaza, de una comarca o de un país. Trabajos y lugares que si ellas abandonaran durante 24 horas quedarían totalmente paralizados. ¿Lo han pensado?

Imagínense por un momento una casa sin que ella se levante, vista a los niños, ponga una lavadora, recoja la mesa, planche, ordene, vaya a buscar la comida, vuelva, la haga y vuelva a buscar a los niños al colegio, baje a su padre anciano de la cama, lo lave, lo vista y le dé los medicamentos, vaya a casa de una tía y la ayude a arreglarse, etc., etc., etc. Y así hasta el infinito de un solo día. Imaginen solo eso y qué pasaría si dejara de hacerlo y, como ella, millones de mujeres. Y si a esa ama de casa le sumamos las enfermeras, las cuidadoras de nuestros hijos, las vendedoras de los mercados y de tantas tiendas que trabajan por un salario mínimo en supermercados, fábricas, locutorios? Da escalofríos. ¿Y si pararan las mujeres explotadas en los prostíbulos, por ejemplo? ¿Y si pararan las abuelas, las mujeres de la limpieza, las periodistas, las artistas de cine, de teatro y de los cabarets?

Imaginen ese día sólo como un gesto, una advertencia, un simulacro de lo que puede ocurrir si ellas deciden parar definitivamente, salir a las calles y cogidas del brazo caminar por el mundo a pleno sol sin importarles las lentejas, los libros, las notas de los hijos, la cafetera al fuego, los enfermos del ambulatorio, las ventas al por mayor o las carreras en piragua. Imagínense un mundo sin esas mujeres cuando todo el trabajo silencioso, hecho por amor muchas veces y otras recibiendo humillaciones y malos tratos, desapareciera de repente y la sociedad comprendiera que sin ellas no habría posibilidad alguna de seguir adelante. Por favor, imagínenselo por un minuto. Sólo un minuto. Pues de eso se trata. De que lo entiendan ustedes de una maldita vez.

Elsa López. Escritora y poeta. La opinión de Tenerife, 6 de marzo de 2008

LAS MONTAÑAS SOLO DORMÍAN UN RATO



“La palabra es y ha sido el arma más hermosa del mundo” (Patti Smith)

Me amparo en esta frase extraída de una entrevista reciente a Patti, esa voz de chamana feminista, para “disparar” apuntando a una cuestión ineludible en estos momentos: el paro feminista, global y transversal del 8 de marzo. El sólo hecho de que esta convocatoria esté bullendo en las conversaciones cotidianas, en las redes sociales, en los medios de corto y largo alcance, me parece un movimiento de tierras importante. Pero es tan novedosa y amplia, tan diversa y permeable, que está desbordando los márgenes de lo que reconocemos como acción política civil, no encaja en los marcos establecidos y hay quiénes por esa razón pretenden desvirtuarla.

El patriarcado ha desarrollado tácticas muy efectivas para desdibujar aquello que puede ponerlo en cuestión, suele conseguir que miremos al dedo que señala y perdamos de vista el cielo. Así que ciertos debates se han quedado enganchados en la herramienta, en el instrumento de la huelga, en lugar de atreverse a ahondar en las raíces, que son profundas y ancestrales. Hay quien dice que se han mezclado consideraciones políticas y económicas en todo esto, ¡ja! como si realmente no supiéramos de qué hablamos, ya sabéis, las feministas enloquecidas que lo mismo nos inventamos palabras como cruzamos churras con merinas.
Quizá debamos empezar a hacer un acto de apertura mental, dar espacio a nuevas formas de reivindicación, denuncia y rebelión y aprender a ver también la fuerza de los pequeños gestos. Se ha convocado una huelga de trabajo, de cuidados, de estudios y de consumo, se plantean también paros de 2 horas, se propone colgar delantales en las ventanas, se han escrito cientos de artículos, se han compuesto canciones, se han creado ilustraciones… Y tanta posibilidad nos descoloca y no sabemos cuál es las más “feminista de verdad”, la más sensata, la más contundente… la incuestionable. A lo mejor tanta duda tiene que ver con esa manera de mirar y valorar las cosas en términos de “ganar – perder” o “éxito – fracaso” que creemos como única mirada posible. Y todo cuantificable y con mucha gráfica, por supuesto.

Y ellos también con dudas y sin estar seguros de qué hacer ese día, ellos los feministas, quiero decir, los que no se reconocen como tal no tienen problema alguno para seguir perpetuando un mundo cojo e insolidario, como lo hacen cada día.
Pues lo que a mí me pasa es que me vale cualquiera de las formas, me gusta que se abra el abanico para apoyar este 8 de marzo tan especial.
Lo que quisiera que nos interpelase como sociedad son todas las razones que han impulsado este paro en todos los ámbitos, en tantos países. Lo que me parece verdaderamente revolucionario es ver cómo se abre paso esa corriente que está provocando que se pongan sobre la mesa y se aborden las injusticias que han marcado nuestra historia y que están determinadas por el hecho de nacer hombre o nacer mujer.

Me quedo con todas las formas porque también son diversos los lugares donde nos encontramos cada una, porque soy consciente de que la mayor precarización laboral está feminizada, porque el trabajo doméstico y de cuidados continua siendo invisible pero imprescindible, porque consumo y responsabilidad deben ir ligados, porque el sólo hecho de que los hombres que quieren apoyar el paro se estén planteando cómo hacerlo y dónde colocarse ya es valioso, porque un mandil es una preciosa bandera para lucir en la ventana y puestos a elegir entre las que llevo viendo durante meses, me quedo con esa. Porque me gusta sentir que no se cierran puertas a nadie.

Yo sí voy a hacer huelga y estaré en la calle. Y lo voy a hacer por mí y por TODAS.

Estaré por las que estuvieron y las que estarán, junto a las que gritarán consignas y canciones, con las que lucirán delantales en las fachadas, por las que seguirán trabajando ese día como si nada porque no pueden plantearse otra cosa, con las que no gastarán un euro, con las que no asumirán ese día las tareas domésticas, con las que simplemente lo intentarán pero acabarán dejando algo preparado el día antes, por las abuelas que se harán cargo de los nietos y nietas para que mamá pueda salir a las calles sola y despreocupada (como tantos otros días). Estaré por mis abuelas claro, con mi madre y su eterna carga mental que sigue haciendo que se preocupe por mis necesidades aunque ya tenga 43, por las hijas de mis amigas y por sus hijos también, por las que no tienen vagina, junto a las que se inventan palabras… Por las que no aparecen en las estadísticas de población activa, aunque combinan tres trabajos limpiando casas que no son la suya y cuidando a personas que no son su familia, por las que pelean cada día por el feminismo y lo pagan caro, con los hombres feministas que nos acompañan, por las acosadas que han de callar, por las violentadas, las insultadas, juzgadas, perseguidas, las traficadas. Estaré junto a las lesbianas, por las extranjeras sin papeles, por las que cargan la cruz de la etnia además de la de género.

Estaré por las asesinadas por aquellos a los que amaron alguna vez, porque no quiero más minutos de silencio, por las que sufren cada año la ablación, por las ocultas bajo el burka, por las privadas de educación, por las que rompen techos de cristal y quedan magulladas y por las que no consiguen hacerlo. Estaré también por las que no entienden nada, por las que creen que no hace falta, por las que se sienten protegidas y privilegiadas por el patriarcado, incluso por las y los que tratan de frenar al movimiento feminista.

Lo que nos servirá para el futuro, será desde luego lo que suceda el jueves, pero sobre todo, lo que empiece a cambiar desde entonces y por supuesto, lo que ya ha empezado a cambiar.

Gema Martínez, maestra, música, Gilda, Mala hierba, en elfaradio.com, 7 de marzo de 2008


martes, 6 de marzo de 2018

HOMBRE DE NEARDENTAL


Parece que se confirma lo que algunos sospechábamos: el Homo neanderthalensis ha pintado en la prehistoria más de lo que le atribuían los estudiosos del tema, y además tenía la inteligencia desarrollada para las representaciones simbólicas, que son una de las primeras manifestaciones del arte. Es decir, que ha pintado doblemente. Los cántabros nos hemos puesto muy contentos porque sus señales han quedado plasmadas en las paredes de La Pasiega, en Puente Viesgo, una prueba más de que nuestra región es infinita en riqueza rupestre.
Aquellos lejanos vecinos, con los que según parece llegamos a intimar en algún momento (casi un 3% de sus genes navegan por nuestro ADN), están siendo ahora reivindicados y nos enfrentan a la duda de cómo y por qué desaparecieron tras miles de años de convivencia. Ojalá no se confirme que nuestra raza se levantó sobre su exterminio. Sea como fuere, ante la noticia de tales hallazgos, algunos responsables políticos han comenzado a mostrar su entusiasmo y, aunque España no ha dado ni un euro para la investigación que ha hecho posible los descubrimientos  (<<cero euros>>, dice textualmente Marcos García, uno de los investigadores), ya se están situando para quedar bien colocados en la foto, no en vano el oportunismo es una de las claves del éxito como especie del Homo sapiens sapiens.
Últimamente, sin embargo, estamos dando muestras de que quizás seamos menos sabios de lo que suponemos –o que lo somos con esa redundante soberbia del ‘sapiens sapiens’–. Lo revelan los recortes en la libertad de expresión y el preocupante regreso de la censura, que han supuesto un retroceso hasta costumbres que creíamos superadas pero que siguen muy arraigadas en nuestra cadena cromosómica, herencia natural de un tiempo en que los jefes de la tribu mantenían su poder sobre el grupo con la fuerza, el temor y el control rígido. Es una lástima que en nuestro genoma solo haya un 3% de herencia neardenthal, porque con un porcentaje más elevado quizás nos hubiese ido mejor. Con los otros genes ya sabemos hasta dónde y cómo hemos llegado.

Jesús Herrán, El diario montañés, 28/02/2018

domingo, 4 de marzo de 2018

ELECCIÓN



Hoy es martes, pero en estos días muchos españoles se enfrentan a una elección trascendental. Son los españoles que más cuentan, aquellos que aún no se mueven por rencores ni prejuicios adquiridos, sino que cuando levantan la cabeza lo único que ven es el futuro. Son los que saben que nadie va a venir a solucionarles la vida, sino que aspiran a sumergirse en un reto personal e intransferible y lo hacen con enorme convicción. Están a punto de dar un paso trascendental, después del lujo de la irresponsabilidad. Muchos jóvenes españoles, después de pasar el examen de Selectividad, que será sustituido por exámenes similares con otro nombre tan feo, afrontan en estos días el proceso de matriculación en sus universidades.
La elección de lo que van a estudiar en los próximos cuatro años, de dónde van a colgar su esfuerzo, de cómo van a transformar su vocación y su pasión en una profesión, es una de las elecciones más trascendentes, por mucho que nadie parezca prestarle atención. El futuro de nuestro país depende de ello, porque del acierto al escoger y del funcionamiento universitario pende nuestro destino. Hay muchos jóvenes a los que su entorno intenta inclinar hacia carreras cargadas de promesa de empleo, de futura estabilidad, de rentables ingresos. Ojalá que su perspicacia les ayude a entender que lo más rentable de una vida profesional es entregarla a aquello que te apasiona […]
Aún no saben que toda carrera te decepciona. No puede ser de otra manera si guardas enormes aspiraciones. Pero a lo mejor encuentran una asignatura, un profesor, un compañero, un cruce de senderos, una intuición que les guíe hasta ese sitio en el que imaginan la vida plena de adultos. El panorama es desolador. Nunca ha estado tan desprestigiado estudiar ni tan prestigiado ser imbécil. Nunca la propaganda comercial ha puesto tanto empeño en disfrazar el vacío de plenitud. Nunca estuvo tan abandonado el valor educativo sin un gramo de culpa. Por eso lo tienen más difícil que nadie. Y estos días su elección y su tino dibujará nuestro futuro.

David Trueba, El País, 21/06/2016


1.      [1 punto] Tema y estructura del texto.

2.      [1 punto] Resumen.
3.    [1,5 puntos] Actitud e intencionalidad de la autor. Justificación con los elementos lingüísticos relevantes en el texto.
4.   [1,5 puntos] Tipo de texto y modo de discurso. Justificación con los elementos lingüísticos relevantes en el texto.
5.      [1,5 puntos] Valoración personal del texto.