A ver si nos enteramos. La huelga
del día 8 no es una huelga laboral en la que tengan que intervenir partidos
políticos, sindicatos y ministerios. No es una huelga en la que las mujeres se
paren y dejen de trabajar para disminuir las ganancias de los empresarios o la
caída de la bolsa. No se trata de no hacer nada para que los patronos se den
cuenta de que si ellas no trabajan las cuentas no salen como ellos desearían.
No se engañen. La huelga del día 8 es otra cosa. Es una manera de mostrar cómo
muchas actividades dependen de ellas y si ellas dejaran de realizarlas el mundo
se pararía. Es, sencillamente, quedarse sin hacer lo que cotidianamente hacen
como las labores de una casa, de una calle, de un mercado, de una plaza, de una
comarca o de un país. Trabajos y lugares que si ellas abandonaran durante 24
horas quedarían totalmente paralizados. ¿Lo han pensado?
Imagínense por un momento una casa sin que ella se
levante, vista a los niños, ponga una lavadora, recoja la mesa, planche,
ordene, vaya a buscar la comida, vuelva, la haga y vuelva a buscar a los niños
al colegio, baje a su padre anciano de la cama, lo lave, lo vista y le dé los
medicamentos, vaya a casa de una tía y la ayude a arreglarse, etc., etc., etc.
Y así hasta el infinito de un solo día. Imaginen solo eso y qué pasaría si
dejara de hacerlo y, como ella, millones de mujeres. Y si a esa ama de casa le
sumamos las enfermeras, las cuidadoras de nuestros hijos, las vendedoras de los
mercados y de tantas tiendas que trabajan por un salario mínimo en
supermercados, fábricas, locutorios? Da escalofríos. ¿Y si pararan las mujeres
explotadas en los prostíbulos, por ejemplo? ¿Y si pararan las abuelas, las
mujeres de la limpieza, las periodistas, las artistas de cine, de teatro y de
los cabarets?
Imaginen ese día sólo como un gesto, una advertencia,
un simulacro de lo que puede ocurrir si ellas deciden parar definitivamente,
salir a las calles y cogidas del brazo caminar por el mundo a pleno sol sin
importarles las lentejas, los libros, las notas de los hijos, la cafetera al
fuego, los enfermos del ambulatorio, las ventas al por mayor o las carreras en
piragua. Imagínense un mundo sin esas mujeres cuando todo el trabajo
silencioso, hecho por amor muchas veces y otras recibiendo humillaciones y
malos tratos, desapareciera de repente y la sociedad comprendiera que sin ellas
no habría posibilidad alguna de seguir adelante. Por favor, imagínenselo por un
minuto. Sólo un minuto. Pues de eso se trata. De que lo entiendan ustedes de
una maldita vez.
Elsa López. Escritora y poeta. La opinión de Tenerife, 6 de marzo
de 2008
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