miércoles, 30 de mayo de 2018

LA DIGNIDAD Y EL ESFUERZO


Si ahora les digo que voy a tratar de los Juegos Paralímpicos de Atlanta, seguro que empiezan a imaginarse un contenido que exaltará la fiereza indomable de la voluntad humana contra las limitaciones de la discapacidad física, etcétera, etcétera. Bueno, pues no. Mi opinión es que los Juegos Paralímpicos no constituyen un momento glorioso, sino que promueven un lamentable malentendido. Con todos los respetos, me parecen una chorrada monumental. […] Intentaré razonarles a mi modo el asunto. Por lo visto, esas competiciones paralímpicas pretenden probar que las personas con minusvalías físicas no son inferiores en dignidad ni merecen menos admiración – sino en todo caso más– que quienes no las padecemos. Estoy tan de acuerdo con este planteamiento que esos Juegos me parecen más bien una humillación extravagante en vez de su confirmación. Es evidente que una persona sin piernas no es capaz de correr como quien las tiene: lo importante entonces no es demostrar que si se empeña podrá a pesar de todo correr más o menos bien, sino que una persona que no está capacitada para correr no por ello es menos humana que las demás y que es apta para realizar otras muchas cosas en la vida para las que no se necesita tener piernas. En cuanto se les da la ocasión adecuada, los minusválidos prueban que no estamos meramente determinados por lo físico, sino que podemos buscar la excelencia de modo versátil y que hay mil modos diversos para saber ganarse el reconocimiento social. Un tetrapléjico como Stephen Hawking no necesita nadar a trancas y barrancas ni disparar un arco con la boca para conquistar nuestro respeto: su ejemplo indica que en la vida hay otras cosas humanamente importantes aparte de nadar o tirar con arco. Si, en cambio, se hubiese obstinado en hacer atletismo sólo habría sorprendido por su cabezonería, convocando el asombro malicioso que rodea a los fenómenos de circo.
Los Juegos Olímpicos son la ocasión para que los hombres y mujeres demuestren su perfección en ciertos ejercicios físicos, admirables cuando se realizan bien, pero  perfectamente prescindibles. No entiendo por qué quienes sufren algún impedimento para tales destrezas se han de empeñar en remedarles con mayor o menor acierto, cuando hay tantas otras cosas que hacer. Lo importante es que la sociedad no les margine y les brinde ocasión de probar su valía en aquello para lo que realmente son tan capaces como cualquiera…, aunque no se ganen así medallas compasivas.
La dignidad y el esfuerzo, Fernando Savater , El Mundo, 12 de marzo de 1996

miércoles, 25 de abril de 2018

MODERNO



¿Han padecido ustedes alguna vez a esos fastidiosos predicadores —disculpen el pleonasmo— que atribuyen las deficiencias espirituales de nuestra época, su escasez de alma, ah, oh, al abuso de Internet o a la fijación con los smartphones? Pues consuélense, lamentos semejantes se han oído en todas las épocas, acusando a diversos y sucesivos inventos: la imprenta, la máquina de vapor, la bicicleta, la radio de galena, el ferrocarril, el bidet, la electricidad, la píldora anticonceptiva, la olla a presión… ¡Platón reprochó a la escritura la pérdida de memoria de los humanos, nobles guerreros han asegurado que desde que aparecieron las armas de fuego se acabó el coraje viril en el campo de batalla y Pol Pot fusilaba a los que llevaban gafas por reconocerlos como intelectuales contumaces! Es curioso que todos prefieran creer que son los avances tecnológicos los que corrompen al espíritu humano (como si fueran otra cosa que una de sus realizaciones más características) y disipan las virtudes, en lugar de aceptar que son nuestros tenaces vicios espirituales los que acaban pervirtiendo los inventos más beneficiosos.
Los peores son esos beatos que pretenden alejar a los niños de las tecnotentaciones en vez de enseñarles a convertirlas en oportunidades geniales. Contra ellos, el ejemplo admirable de Román, un niño inglés de cuatro años. Su madre sufrió un desvanecimiento grave y él activó el móvil con la huella del dedo de la mujer, llamó a Siri para pedir una ambulancia y luego a la policía para informar de lo ocurrido y de su dirección. ¡Salvada! Dicen que Román es un héroe porque conservó la serenidad donde muchos la hubiéramos perdido, tomó la decisión eficaz y la puso en práctica con tino. Pero además es un héroe moderno, técnico, literalmente progresista. Gracias, Román el bien llamado…
Fernando Savater (El País, 1/04/2017)


COMENTARIO CRÍTICO DEL TEXTO [BLOQUE II]: [4 PUNTOS]

1. [1 PUNTO] Tema y estructura del contenido del texto.
2. [1,5 PUNTOS] Actitud e intencionalidad del autor. Justificación con elementos lingüísticos relevantes.
3. [1,5 PUNTOS] Valoración personal del texto.

CUESTIONES DE LENGUA [BLOQUE III]: [3 PUNTOS]

4. [1,5 PUNTOS] Explique, bien con una definición o bien con tres sinónimos, el significado contextual de las siguientes palabras y expresiones extraídas del texto: fastidiosos (línea 1), coraje (línea 7), corrompen al espíritu (línea 9), beatos (línea 12), desvanecimiento (línea 14).
5. [1,5 PUNTOS] Señale el tipo y función, si procede, del que en las siguientes oraciones extraídas del texto:
a) Es curioso que todos prefieran creer que son los avances tecnológicos los que corrompen al espíritu humano.
b) Los peores son esos beatos que pretenden alejar a los niños de las tecnotentaciones.
c) Dicen que Roman es un héroe porque conservó la serenidad.


COMENTARIO CRÍTICO DEL TEXTO [BLOQUE II]: [4 PUNTOS]

1. [1 PUNTO] Resumen del texto.
2. [1,5 PUNTOS] Tipo de texto y modo de discurso. Justificación con elementos lingüísticos relevantes.
3. [1,5 PUNTOS] Valoración personal del texto.

CUESTIONES DE LENGUA [BLOQUE III]: [3 PUNTOS]

4. [1,5 PUNTOS] Explique, bien con una definición o bien con tres sinónimos, el significado contextual de las siguientes palabras y expresiones extraídas del texto: predicadores (línea 1), deficiencias espirituales (línea 2), viril (línea 7), tenaces (línea 10), con tino (línea 17).

lunes, 23 de abril de 2018

ESTILÍSTICA DEL ADJETIVO: EBAU, SEPTIEMBRE 2017. A LA CARTA


Pese a que el estómago moderno se ve condenado a aceptar toda clase de comida basura, no por eso a la hora de digerirla deja de ser muy delicado, exigente y reactivo, cosa que no se puede decir del cerebro humano, un órgano increíblemente sofisticado, pero incapaz de rechazar la basura intelectual que recibe cada día. El estómago tiene en el olfato y en el gusto dos controles de entrada de los alimentos. Todo va bien si le gustan; en caso contrario el estómago te lo hace saber enseguida. La acidez y la indigestión constituyen sus primeras formas de rechazo, que pueden llegar al vómito o a la gastroenteritis cuando detecta un grave peligro de intoxicación. A su manera el cerebro humano también recibe gran cantidad de alimento intelectual deteriorado todos los días, pero carece de un mecanismo de autodefensa que le proteja del veneno que conllevan algunas ideas. Los múltiples e infames rebuznos de las redes sociales, las noticias tóxicas y manipuladas de los telediarios, la grumosa sociedad ambiental de la corrupción política que uno se ve obligado a respirar, los insoportables gallineros de algunas tertulias que llenan el espacio de opiniones estúpidas, si toda esa bazofia fuera comida, el estómago la vomitaría de forma violenta enseguida, pero he aquí que el cerebro la acepta de buen grado, la amasa con las neuronas, la hace suya y pese a ser tan letal ni siquiera reacciona con una ligera neuralgia o con un leve dolor de cabeza. El estómago podría servirle de ejemplo al cerebro. Comer poco, bueno y sano se ha convertido en una moda culinaria, casi en una forma de espiritualidad. También se puede aplicar al cerebro la dieta mediterránea para desintoxicarlo. He aquí la carta: una mínima dosis de noticias imprescindibles, un buen libro en la mesilla de noche, alguna serie de TV, música clásica y el móvil siempre apagado.
Manuel Vicent, (El País 19/03/2017)



CUESTIONES DE LENGUA [BLOQUE III]:

4. [1,5 PUNTOS] Valor estilístico del adjetivo en el siguiente fragmento: Los múltiples e infames rebuznos de las redes sociales, las noticias tóxicas y manipuladas de los telediarios, la grumosa sociedad ambiental de la corrupción política que uno se ve obligado a respirar, los insoportables gallineros de algunas tertulias que llenan el espacio de opiniones estúpidas, si toda esa bazofia fuera comida, el estómago la vomitaría de forma violenta enseguida.

POSIBLE RESPUESTA: Recuerda que tienes que analizar los adjetivos que hay en el fragmento, describiéndolos ([0,5 p] forma [cómo se han compuesto –primitivo, derivado, compuesto o parasintético, y si hay algún diminutivo/aumentativo–, grado positivo/comparativo/superlativo], posición [antepuesto o pospuesto, envolvente, acumulado, gradación, binarios-ternarios] y función [adyacente, atributo o predicativo]), analizándolos ([0,5 p] especificativo, explicativo, relacionales, descriptivos, valorativos, epítetos) y marcando (0,5 p) cuál es el valor que desempeña en el texto, por qué y cómo lo usa el autor. 

El autor adjetiva de manera contundente para dejar clara su opinión. Para ello se vale de adjetivos envolventes (múltiples e infames rebuznos de las redes sociales, grumosa sociedad ambiental, insoportables gallineros de algunas tertulias) para rodear al sustantivo y valorarlo de manera amplia. La mayoría de adjetivos son derivativos en grado positivo (infames, sociales, tóxicas, manipuladas,…) en función de adyacente, incluyendo un par de subordinadas adjetivas especificativas con la misma función ("que uno se ve obligado a respirar", "que llenan el espacio de opiniones estúpidas") y un par de complementos de nombre regidos por preposiciones que también complementan al sustantivo ("de los telediarios", "de las redes sociales", "de la corrupción política", "de algunas tertulias") y que especifican dónde se han realizado esos actos. También destacan algunos adjetivos relacionales (redes sociales, corrupción política, sociedad ambiental), que buscan describir objetivamente a qué está criticando. En definitiva, las connotaciones peyorativas de muchos de los adjetivos nos muestra sin lugar a dudas qué piensa el autor sobre el tema tratado.

martes, 20 de marzo de 2018

UN PESCAÍTO ENTRE TIBURONES



El crimen del “pescaíto” Gabriel alerta de la sociedad de los escualos. Y expone la ferocidad del hombre en sus comportamientos atávicos y primarios. Por eso no tiene sentido el diagnóstico psiquiátrico que pueda hacerse de la presunta autora -o autores- ni conviene exagerar la pugna de las fuerzas del mal contra las del bien en la narrativa del maniqueísmo judeocristiano.
El mal forma parte del ser humano sin necesidad de coartadas sobrenaturales ni de principios religiosos en contraposición. Y la civilización sirve para contenerlo o anestesiarlo, pero no alcanza a reprimirlo. Ni siquiera cuando la víctima es tan indefensa con el pequeño Gabriel. Un crimen atroz que ya hemos visto otras veces, y que volveremos a ver porque la ejecución del niño almeriense obedece a un obsceno prosaísmo: la gran mayoría de los asesinatos se cometen en el entorno de la víctima y se precipitan por el dinero —no es el caso— o las pasiones, siendo los celos y la venganza —sí parece el caso— los móviles más comunes en el comportamiento depredador.
La frialdad del patrón no contradice el escándalo del infanticido ni el estupor de la sociedad en el hallazgo de sus zonas abyectas. Empezando por la naturalidad, la normalidad, con que Ana Julia Quesada, la pareja del padre del niño, se desenvolvía en las manifestaciones de repulsa, en las operaciones de búsqueda, en el calor a la madre, en la solidaridad a los vecinos del pueblo, en la convivencia con el padre de Gabriel, 12 noches, sabiendo de antemano el desenlace.
Sobrecoge la capacidad disociativa de Quesada, la anomalía de la abstracción. Sobrecoge menos la banalidad con que concibió su papel en la trama, esa torpeza del delincuente poco común al que termina delatando su impericia y su amateurismo. E impresiona la frialdad con que operaba a cuestas con el cadáver del chaval, como si la ausencia de vida lo hubiera transformado en un paquete. Y como si a la crueldad del crimen hubiera que añadir el crimen de esconderlo en una deriva insaciable que termina corrompiendo cualquier atisbo de humanidad.
La piel y la nacionalidad de la presunta autora o cómplice han acelerado las turbinas del vertedero de las redes sociales. El hedor justiciero y la xenofobia, contrapeso a la solidaridad y abnegación de los vecinos de Níjar en las tareas de búsqueda, se incorporan a la amalgama del duelo tanto como lo hacen los debates oportunistas sobre la prisión permanente revisable.
Vuelven a reclamarse soluciones en caliente, cataplasmas a la psicosis social. La reforma del código penal con el trasfondo de la cadena perpetua se ha convertido en panacea y solución milagrera, no ya contradiciendo los principios constitucionales y civilizadores, sino atribuyendo al escarmiento una capacidad sanadora que nos prevendría de los diablos domésticos al acecho. ¿Cómo hubiera evitado la nueva ley la muerte del pequeño Gabriel?
Es el contexto en que algunos tertulianos comenzarán a preguntarse si la sociedad está enferma. Y lo está, pero no como emergencia contemporánea, sino como sustrato fundacional. El infanticidio es tan antiguo como las fauces de Saturno, como las manos de Medea. Y como las leyendas oscuras de las madrastras a las que Zeus quiso poner remedio con el vellocino de oro.
Ha dicho Patricia Ramírez esta mañana en el programa de Alsina que el mejor homenaje que puede hacerse a la memoria de su hijo es subordinar la rabia a los mejores sentimientos. Ella podía pedir venganza desde su combustión sentimental. Y si no lo hace, es ridículo que nos pongamos a reclamarla los demás para dar sentido a una camiseta que dentro de poco cambiaremos por otra.
Rubén Amón, El País, 12 de marzo de 2018

martes, 13 de marzo de 2018

LA HUELGA DE LAS MUJERES




A ver si nos enteramos. La huelga del día 8 no es una huelga laboral en la que tengan que intervenir partidos políticos, sindicatos y ministerios. No es una huelga en la que las mujeres se paren y dejen de trabajar para disminuir las ganancias de los empresarios o la caída de la bolsa. No se trata de no hacer nada para que los patronos se den cuenta de que si ellas no trabajan las cuentas no salen como ellos desearían. No se engañen. La huelga del día 8 es otra cosa. Es una manera de mostrar cómo muchas actividades dependen de ellas y si ellas dejaran de realizarlas el mundo se pararía. Es, sencillamente, quedarse sin hacer lo que cotidianamente hacen como las labores de una casa, de una calle, de un mercado, de una plaza, de una comarca o de un país. Trabajos y lugares que si ellas abandonaran durante 24 horas quedarían totalmente paralizados. ¿Lo han pensado?

Imagínense por un momento una casa sin que ella se levante, vista a los niños, ponga una lavadora, recoja la mesa, planche, ordene, vaya a buscar la comida, vuelva, la haga y vuelva a buscar a los niños al colegio, baje a su padre anciano de la cama, lo lave, lo vista y le dé los medicamentos, vaya a casa de una tía y la ayude a arreglarse, etc., etc., etc. Y así hasta el infinito de un solo día. Imaginen solo eso y qué pasaría si dejara de hacerlo y, como ella, millones de mujeres. Y si a esa ama de casa le sumamos las enfermeras, las cuidadoras de nuestros hijos, las vendedoras de los mercados y de tantas tiendas que trabajan por un salario mínimo en supermercados, fábricas, locutorios? Da escalofríos. ¿Y si pararan las mujeres explotadas en los prostíbulos, por ejemplo? ¿Y si pararan las abuelas, las mujeres de la limpieza, las periodistas, las artistas de cine, de teatro y de los cabarets?

Imaginen ese día sólo como un gesto, una advertencia, un simulacro de lo que puede ocurrir si ellas deciden parar definitivamente, salir a las calles y cogidas del brazo caminar por el mundo a pleno sol sin importarles las lentejas, los libros, las notas de los hijos, la cafetera al fuego, los enfermos del ambulatorio, las ventas al por mayor o las carreras en piragua. Imagínense un mundo sin esas mujeres cuando todo el trabajo silencioso, hecho por amor muchas veces y otras recibiendo humillaciones y malos tratos, desapareciera de repente y la sociedad comprendiera que sin ellas no habría posibilidad alguna de seguir adelante. Por favor, imagínenselo por un minuto. Sólo un minuto. Pues de eso se trata. De que lo entiendan ustedes de una maldita vez.

Elsa López. Escritora y poeta. La opinión de Tenerife, 6 de marzo de 2008

LAS MONTAÑAS SOLO DORMÍAN UN RATO



“La palabra es y ha sido el arma más hermosa del mundo” (Patti Smith)

Me amparo en esta frase extraída de una entrevista reciente a Patti, esa voz de chamana feminista, para “disparar” apuntando a una cuestión ineludible en estos momentos: el paro feminista, global y transversal del 8 de marzo. El sólo hecho de que esta convocatoria esté bullendo en las conversaciones cotidianas, en las redes sociales, en los medios de corto y largo alcance, me parece un movimiento de tierras importante. Pero es tan novedosa y amplia, tan diversa y permeable, que está desbordando los márgenes de lo que reconocemos como acción política civil, no encaja en los marcos establecidos y hay quiénes por esa razón pretenden desvirtuarla.

El patriarcado ha desarrollado tácticas muy efectivas para desdibujar aquello que puede ponerlo en cuestión, suele conseguir que miremos al dedo que señala y perdamos de vista el cielo. Así que ciertos debates se han quedado enganchados en la herramienta, en el instrumento de la huelga, en lugar de atreverse a ahondar en las raíces, que son profundas y ancestrales. Hay quien dice que se han mezclado consideraciones políticas y económicas en todo esto, ¡ja! como si realmente no supiéramos de qué hablamos, ya sabéis, las feministas enloquecidas que lo mismo nos inventamos palabras como cruzamos churras con merinas.
Quizá debamos empezar a hacer un acto de apertura mental, dar espacio a nuevas formas de reivindicación, denuncia y rebelión y aprender a ver también la fuerza de los pequeños gestos. Se ha convocado una huelga de trabajo, de cuidados, de estudios y de consumo, se plantean también paros de 2 horas, se propone colgar delantales en las ventanas, se han escrito cientos de artículos, se han compuesto canciones, se han creado ilustraciones… Y tanta posibilidad nos descoloca y no sabemos cuál es las más “feminista de verdad”, la más sensata, la más contundente… la incuestionable. A lo mejor tanta duda tiene que ver con esa manera de mirar y valorar las cosas en términos de “ganar – perder” o “éxito – fracaso” que creemos como única mirada posible. Y todo cuantificable y con mucha gráfica, por supuesto.

Y ellos también con dudas y sin estar seguros de qué hacer ese día, ellos los feministas, quiero decir, los que no se reconocen como tal no tienen problema alguno para seguir perpetuando un mundo cojo e insolidario, como lo hacen cada día.
Pues lo que a mí me pasa es que me vale cualquiera de las formas, me gusta que se abra el abanico para apoyar este 8 de marzo tan especial.
Lo que quisiera que nos interpelase como sociedad son todas las razones que han impulsado este paro en todos los ámbitos, en tantos países. Lo que me parece verdaderamente revolucionario es ver cómo se abre paso esa corriente que está provocando que se pongan sobre la mesa y se aborden las injusticias que han marcado nuestra historia y que están determinadas por el hecho de nacer hombre o nacer mujer.

Me quedo con todas las formas porque también son diversos los lugares donde nos encontramos cada una, porque soy consciente de que la mayor precarización laboral está feminizada, porque el trabajo doméstico y de cuidados continua siendo invisible pero imprescindible, porque consumo y responsabilidad deben ir ligados, porque el sólo hecho de que los hombres que quieren apoyar el paro se estén planteando cómo hacerlo y dónde colocarse ya es valioso, porque un mandil es una preciosa bandera para lucir en la ventana y puestos a elegir entre las que llevo viendo durante meses, me quedo con esa. Porque me gusta sentir que no se cierran puertas a nadie.

Yo sí voy a hacer huelga y estaré en la calle. Y lo voy a hacer por mí y por TODAS.

Estaré por las que estuvieron y las que estarán, junto a las que gritarán consignas y canciones, con las que lucirán delantales en las fachadas, por las que seguirán trabajando ese día como si nada porque no pueden plantearse otra cosa, con las que no gastarán un euro, con las que no asumirán ese día las tareas domésticas, con las que simplemente lo intentarán pero acabarán dejando algo preparado el día antes, por las abuelas que se harán cargo de los nietos y nietas para que mamá pueda salir a las calles sola y despreocupada (como tantos otros días). Estaré por mis abuelas claro, con mi madre y su eterna carga mental que sigue haciendo que se preocupe por mis necesidades aunque ya tenga 43, por las hijas de mis amigas y por sus hijos también, por las que no tienen vagina, junto a las que se inventan palabras… Por las que no aparecen en las estadísticas de población activa, aunque combinan tres trabajos limpiando casas que no son la suya y cuidando a personas que no son su familia, por las que pelean cada día por el feminismo y lo pagan caro, con los hombres feministas que nos acompañan, por las acosadas que han de callar, por las violentadas, las insultadas, juzgadas, perseguidas, las traficadas. Estaré junto a las lesbianas, por las extranjeras sin papeles, por las que cargan la cruz de la etnia además de la de género.

Estaré por las asesinadas por aquellos a los que amaron alguna vez, porque no quiero más minutos de silencio, por las que sufren cada año la ablación, por las ocultas bajo el burka, por las privadas de educación, por las que rompen techos de cristal y quedan magulladas y por las que no consiguen hacerlo. Estaré también por las que no entienden nada, por las que creen que no hace falta, por las que se sienten protegidas y privilegiadas por el patriarcado, incluso por las y los que tratan de frenar al movimiento feminista.

Lo que nos servirá para el futuro, será desde luego lo que suceda el jueves, pero sobre todo, lo que empiece a cambiar desde entonces y por supuesto, lo que ya ha empezado a cambiar.

Gema Martínez, maestra, música, Gilda, Mala hierba, en elfaradio.com, 7 de marzo de 2008


martes, 6 de marzo de 2018

HOMBRE DE NEARDENTAL


Parece que se confirma lo que algunos sospechábamos: el Homo neanderthalensis ha pintado en la prehistoria más de lo que le atribuían los estudiosos del tema, y además tenía la inteligencia desarrollada para las representaciones simbólicas, que son una de las primeras manifestaciones del arte. Es decir, que ha pintado doblemente. Los cántabros nos hemos puesto muy contentos porque sus señales han quedado plasmadas en las paredes de La Pasiega, en Puente Viesgo, una prueba más de que nuestra región es infinita en riqueza rupestre.
Aquellos lejanos vecinos, con los que según parece llegamos a intimar en algún momento (casi un 3% de sus genes navegan por nuestro ADN), están siendo ahora reivindicados y nos enfrentan a la duda de cómo y por qué desaparecieron tras miles de años de convivencia. Ojalá no se confirme que nuestra raza se levantó sobre su exterminio. Sea como fuere, ante la noticia de tales hallazgos, algunos responsables políticos han comenzado a mostrar su entusiasmo y, aunque España no ha dado ni un euro para la investigación que ha hecho posible los descubrimientos  (<<cero euros>>, dice textualmente Marcos García, uno de los investigadores), ya se están situando para quedar bien colocados en la foto, no en vano el oportunismo es una de las claves del éxito como especie del Homo sapiens sapiens.
Últimamente, sin embargo, estamos dando muestras de que quizás seamos menos sabios de lo que suponemos –o que lo somos con esa redundante soberbia del ‘sapiens sapiens’–. Lo revelan los recortes en la libertad de expresión y el preocupante regreso de la censura, que han supuesto un retroceso hasta costumbres que creíamos superadas pero que siguen muy arraigadas en nuestra cadena cromosómica, herencia natural de un tiempo en que los jefes de la tribu mantenían su poder sobre el grupo con la fuerza, el temor y el control rígido. Es una lástima que en nuestro genoma solo haya un 3% de herencia neardenthal, porque con un porcentaje más elevado quizás nos hubiese ido mejor. Con los otros genes ya sabemos hasta dónde y cómo hemos llegado.

Jesús Herrán, El diario montañés, 28/02/2018

domingo, 4 de marzo de 2018

ELECCIÓN



Hoy es martes, pero en estos días muchos españoles se enfrentan a una elección trascendental. Son los españoles que más cuentan, aquellos que aún no se mueven por rencores ni prejuicios adquiridos, sino que cuando levantan la cabeza lo único que ven es el futuro. Son los que saben que nadie va a venir a solucionarles la vida, sino que aspiran a sumergirse en un reto personal e intransferible y lo hacen con enorme convicción. Están a punto de dar un paso trascendental, después del lujo de la irresponsabilidad. Muchos jóvenes españoles, después de pasar el examen de Selectividad, que será sustituido por exámenes similares con otro nombre tan feo, afrontan en estos días el proceso de matriculación en sus universidades.
La elección de lo que van a estudiar en los próximos cuatro años, de dónde van a colgar su esfuerzo, de cómo van a transformar su vocación y su pasión en una profesión, es una de las elecciones más trascendentes, por mucho que nadie parezca prestarle atención. El futuro de nuestro país depende de ello, porque del acierto al escoger y del funcionamiento universitario pende nuestro destino. Hay muchos jóvenes a los que su entorno intenta inclinar hacia carreras cargadas de promesa de empleo, de futura estabilidad, de rentables ingresos. Ojalá que su perspicacia les ayude a entender que lo más rentable de una vida profesional es entregarla a aquello que te apasiona […]
Aún no saben que toda carrera te decepciona. No puede ser de otra manera si guardas enormes aspiraciones. Pero a lo mejor encuentran una asignatura, un profesor, un compañero, un cruce de senderos, una intuición que les guíe hasta ese sitio en el que imaginan la vida plena de adultos. El panorama es desolador. Nunca ha estado tan desprestigiado estudiar ni tan prestigiado ser imbécil. Nunca la propaganda comercial ha puesto tanto empeño en disfrazar el vacío de plenitud. Nunca estuvo tan abandonado el valor educativo sin un gramo de culpa. Por eso lo tienen más difícil que nadie. Y estos días su elección y su tino dibujará nuestro futuro.

David Trueba, El País, 21/06/2016


1.      [1 punto] Tema y estructura del texto.

2.      [1 punto] Resumen.
3.    [1,5 puntos] Actitud e intencionalidad de la autor. Justificación con los elementos lingüísticos relevantes en el texto.
4.   [1,5 puntos] Tipo de texto y modo de discurso. Justificación con los elementos lingüísticos relevantes en el texto.
5.      [1,5 puntos] Valoración personal del texto.

jueves, 8 de febrero de 2018

LOS NINIS


Somos, después de mi dilecta Italia, el país de la Unión Europea con un mayor porcentaje de «ninis». Los «ninis», como ustedes saben, son esos jóvenes que ni estudian ni trabajan, aunque estén en edad de merecerlo. En general, han sido víctimas, o protagonistas, de un sonoro fracaso escolar y, tras echar el cierre a los libros, han decidido que levantarse todos los días de madrugada para chuparse luego una jornada completa de obras, servicios o suministros, vamos, lo que se dice currar, es una auténtica lata. Y «aparte de eso, gracias a Dios», viven cuarenta veces mejor que usted y que yo.
Estos ninis no representan, ni mucho menos, a toda la juventud española, pero ya rondan el 20 % y, como en su mayoría no albergan propósito de enmienda, empiezan a ser un lastre para la sociedad, como cualquier colonia de parásitos lo es para la salud de un organismo vivo. Lo curioso es que no acostumbran a avergonzarse de sobrevivir, o vivir como sultanes, a costa del esfuerzo ajeno. En general, se vanaglorian de sus holganzas, y yo creo que hasta se sienten superiores al resto de los mortales. Al fin que han descubierto una nueva ley física: la de mimo más rostro igual a Jauja.

De lo que no estoy tan segura es de que sean los auténticos responsables de su suerte. Somos nosotros, los ciudadanos abúlicos, los profesores impotentes, los padres permisivos, y esa tribu resignada en la que nos hemos convertido, los que hemos fabricado, tuerca a tuerca, esta especie de Frankenstein en serie. Creo que estamos superprotegiendo, y a la vez destruyendo, a estos «cari bambini». Quizás todo se arregle con un simple portazo. Que les obligue, al fin, a buscarse la vida, cosa que ni hoy ni nunca ha sido fácil. Dejemos de tratarlos como nenes, a ver si dejan ellos de ser ninis.

Laura Campmany, ABC, 30, marzo de 2011

domingo, 4 de febrero de 2018

LA DESIGUALDAD SALARIAL SÍ ES COSA DEL GOBIERNO


Mariano Rajoy cree que la igualdad salarial entre hombres y mujeres es un asunto que no compete al Gobierno y descarta  obligar por ley a las empresas a la equiparación salarial entre hombres y mujeres. "No nos metamos en eso", dijo esta semana. Desde los movimientos feministas y sindicales criticaron a Rajoy y le recordaron con acierto que la Constitución establece en su  artículo 35.1 el principio de igualdad y no discriminación entre personas y que es el Gobierno el que debe garantizar que esa igualdad se cumpla mediante leyes o disposiciones generales que impulsen el compromiso de toda la sociedad para acabar con la discriminación salarial.

En España las mujeres cobran un 85,1% del sueldo de sus homólogos masculinos, según cifras del Eurostat, y son además las que más sufren el desempleo y la precariedad, según Intermon Oxfam o Cáritas. En Europa, algunos países ya han aprobado leyes para luchar contra la brecha salarial, pero queda mucho trabajo por hacer. De ahí, entre otros motivos, la iniciativa internacional de que el 8-M se celebre una huelga de mujeres, y que CCOO y UGT hayan anunciado que le dan su apoyo.  

En España las medidas concretas se toman en el marco de la negociación colectiva, pero urge un plan del Gobierno para avanzar de forma decidida en el camino de la igualdad salarial entre hombres y mujeres. Porque ese es un tema en el que el Gobierno, y la sociedad entera, deben implicarse hasta el fondo.
El Periódico, 28 de enero de 2018.

OPCIÓN A:

1.  [1 punto] Tema y estructura del texto. 2. [1,5 puntos] Actitud e intencionalidad de la autora. JUSTIFICACIÓN CON LOS ELEMENTOS LINGÜÍSTICOS RELEVANTES EN EL TEXTO. 3. [1,5 puntos] Valoración personal del texto. 

2. OPCIÓN B:

1. [1 punto] Resumen del texto. 2. [1,5 puntos] Tipo de texto y modo de discurso. JUSTIFICACIÓN CON LOS ELEMENTOS LINGÜÍSTICOS RELEVANTES EN EL TEXTO. 3. [1,5 puntos] Valoración personal del texto.
 
4. [2 puntos] Analice la siguiente oración: 

El Gobierno es el que debe garantizar que esa igualdad se cumpla.

5. [1 punto] Ejemplifique, con ejemplos extraídos del texto, los siguientes mecanismos de cohesión: 

a. Dos casos de recurrencia léxica.  b. Dos ejemplos de sinónimos.  

martes, 30 de enero de 2018

COMO EL QUE OYE LLOVER



El hombre grita que le esperen. Se ha retrasado al tomar a su hija en brazos y teme descolgarse por completo del grupo. La carretera, situada en algún lugar de Grecia, conduce a la frontera con Macedonia. El refugiado camina sobre el asfalto porque el terreno, con esta lluvia, debe de estar intransitable. Aún no ha llegado. En todo caso, no nos ha llegado. La fotografía es de septiembre de 2015. Han transcurrido más de cuatro meses y el asunto está peor ahora por la llegada del frío. Da lo mismo, el asunto no se aborda. Significa que el hombre, además de chillar a los suyos, nos interpela a nosotros. Lleva casi cinco meses gritándonos bajo la tormenta:

–¡Joder, haced algo, que llevo a una criatura encima!

Camina por el centro de la calzada, que, al ser un poco curva, evacua el agua hacia los lados. A cambio, se tiene que jugar su vida, y la de la niña. Observen, si no, el coche que se pierde hacia el fondo, por la derecha, y el que se viene hacia acá, por la izquierda. Cada vez que pasa cerca de él un automóvil, se estrella contra su cuerpo una ráfaga de agua en forma de abanico. Si son dos los vehículos que coinciden a su altura, el chaparrón se multiplica. No hace falta señalar que el agua está sucia y aceitosa, porque ha recogido del asfalto los restos de la combustión automovilística. Y el refugiado va mal alimentando, claro: igual lleva dos días sin comer porque solo ha conseguido lo justo para la niña. Pero nada, ahí lo tienen, en pie, gritándole al mundo civilizado que, joder, le eche una mano. El mundo civilizado, como el que oye llover.

Juan José Millás. El País, 14-02-2016

miércoles, 24 de enero de 2018

WOODY ALLEN, USTED, YO


No conozco a Woody Allen. No sé cómo es. No sé quién es. No sé si es un padre atento o descuidado, no sé si tiene animales, si hace favores o los evita, si los pide, si madruga o remolonea por las mañanas. No sé si es leal a su agente o le miente. (…) No sé nada de él. Y tal vez usted tampoco.

No sé nada de Woody Allen ni puedo saberlo, que es lo que le pasa al planeta entero. Puedo hacer como que le conozco por sus películas, si decido practicar un ejercicio de voluntarismo que otros llamarían adivinación; puedo amarlo u odiarlo por ellas, pero no puedo saber quién es. (…) Como usted, como cualquiera. Pero no sé nada de él. Usted y yo podemos creer que sí y la realidad seguirá su curso inalterable, ajena a nuestra certidumbre.

Si creo que Woody Allen es víctima de una esposa despechada y sañuda es porque he decidido hacerlo. Si pienso que abusó de forma innombrable de una niña de siete años es porque, entre dos presunciones posibles, he escogido la segunda. Porque no puedo saber nada. Los servicios de bienestar infantil de Nueva York y el hospital Yale New Haven de Connecticut investigaron las denuncias y concluyeron, por separado, que no hubo abuso. Pero pudieron errar. A veces suceden cosas que luego no pueden probarse. A veces alguien se libra injustamente de la condena que merece. Tales cosas pasan. Como a veces alguien acaba acusado por motivos espurios.

Soy director de cine. No es mucho ni es poco. Trabajo con actores. No sé cómo son en casa. Intento encontrar al más adecuado para cada personaje, porque esa es mi responsabilidad como director, ese es mi trabajo. (…) No es función de la policía determinar la ubicación de la cámara, ni la mía -por fortuna para todos- averiguar quién transgrede la ley. La sociedad deposita en un juez funciones que ningún individuo debería soportar por sí solo. Un abogado tiene su propio mandato, como lo tiene el fiscal. Ninguno puede creer nada, la ley no se lo permite, no es su atribución hacerlo. Debe, en cambio, investigar. Averiguar. Determinar. Y probar.

Así que puedo -si quiero- creer cuanto desee creer, como puede hacerlo usted, de Woody Allen o de cualquiera, ¿quién va a impedírmelo? Lo que me pregunto es lo siguiente: ¿estoy dispuesto a hacerme responsable de lo que crea de él, esté a favor o en contra; a hacerme plena y completamente responsable de ello? ¿Firmaría un documento que me obligara a hacerme cargo de las consecuencias exactas derivadas de mi opinión, si la anuncio, a modo de juicio sumario -por miedo a la prensa, por miedo a la sangre, por miedo al señalamiento, por inconsciencia-, a los cuatro vientos? Yo, que no soy abogado, que no soy juez. Que no soy Dios. Que soy, quizá, director, articulista, panadero. Presentador estrella. Bailarina. Actriz. Actor. ¿Lo haría? ¿Debería hacerlo?

Si un músico no desea trabajar con un productor porque le da mala espina o una directora prefiere no contratar a un maquillador porque no le gusta lo que alguien le ha dicho de él, uno y otra pueden muy bien seguir su criterio. Con ponderación, espero, ojalá que de forma discreta si no tienen la plena certeza de estar en lo cierto. Con la elemental prudencia que su inteligencia les otorgue. Todos en nuestras vidas tomamos a diario decisiones y tratamos de emplear de la forma más juiciosa nuestro discernimiento. Pero si yo mismo, actor, directora, maquillador, músico, periodista estrella, opinadora, estoy dispuesto a acusar a alguien de forma irreparable y pública, a contribuir, con mis palabras, con mi actitud propaladora, a acabar con una carrera -¿una vida?-, a alentar una cacería sin ojos, o con miles de ellos, sin forma ni cerebro, sin gobierno, instintiva, justiciera, arrogándome una prerrogativa que la sociedad no me ha dado, fundándome en algo tan difuso y frágil como mi parecer, más me vale estar dispuesto a hacerme responsable, auténticamente responsable, personalmente responsable, de cuanto con mis actos provoque. U optar por esa quimera que ya nadie considera, la que ya nadie contempla: la de no tener opinión. La de no tener por qué tenerla. La de rechazar la obligación de blandir una siempre, como un estilete. La de ser prudente.

Desconozco si Woody Allen es un hombre bueno. Lo ignoro. Quizá lo sea. Tal vez sea un monstruo. Entre un millón de cazadores. ¿Lo sabe usted? ¿Puede saberlo? ¿Qué es lo que usted y yo sabemos?



Rodrigo Cortés es director de cine, ABC, 21 de enero de 2018.

domingo, 21 de enero de 2018

LOS INDIOS NO SON HOMBRES


Por definición, el prejuicio es algo que antecede al juicio… o sea, es un producto mental que ni siquiera llega a la categoría de pensamiento, porque para pensar se necesita usar la razón y la reflexión, mientras que el prejuicio es como un borrón, como un momentáneo apagón neuronal que impide que veamos la realidad correctamente. El prejuicio, por otra parte, es un precipitado de la costumbre. Quiero decir que los prejuicios se transmiten, desde luego, pero sin que tengamos conciencia de haberlos aprendido: simplemente creemos que el mundo es así; que lo que sostenemos no es una opinión, sino una realidad tan incontestable que no necesita ser probada. Los prejuicios son tan básicos y están tan profundamente hincados dentro de nosotros que ni siquiera sabemos que los tenemos. Son como parásitos ocultos de nuestro pensamiento, y lo peor es que se trata de una plaga que padecemos todos sin excepción.

Pensaba en todo esto mientras leía Momentos estelares de la humanidad (editorial Acantilado), catorce miniaturas históricas, como reza el subtítulo, redactadas por Stefan Zweig. Es un libro interesante y encantador y además yo adoro al pobre Zweig, un escritor inteligente, apasionado y honesto, un luchador de la tolerancia y la convivencia que se suicidó junto con su mujer en 1941, desolado por lo que por entonces parecía la victoria imparable del nazismo. Zweig era judío, y sin duda este dato influyó en su desconsuelo; pero yo creo que su angustia era básicamente humanista, el horror del hombre bueno ante el infierno.

 Pues bien, este escritor al que quiero y admiro, y en quien presumo una especial sensibilidad por los débiles, por los sometidos y marginados, desliza en el libro varias afirmaciones sorprendentes que indican una clara ceguera prejuiciosa. Por ejemplo, en el capítulo en el que habla del descubrimiento de El Dorado, y hablando del salvaje Oeste, dice lo siguiente: “(esas) estepas con sus enormes manadas de bisontes y en las que durante días, durante semanas, no aparece un solo hombre, únicamente los pieles rojas las recorren a galope tendido”. Cáspita, qué lapsus tan fuerte: de modo que los indios no son hombres. Y, para demostrar que ese párrafo no ha sido una errata, en el texto dedicado a Núñez de Balboa explica que Enciso, alcalde de una colonia cercana al estrecho de Panamá, “en medio de esa selva nunca pisada por el hombre, prohíbe a los soldados adquirir oro de los indígenas”. En fin, la incongruencia de la frase habla por sí sola.

Como ambos textos abundan en el mismo error, es probable que el humanista Zweig tuviera ese punto de oscuridad en la cabeza; que, siendo sin duda un ferviente partidario de los logros civilizados y democráticos, tendiera a ignorar y menospreciar a los salvajes, un prejuicio enormemente extendido hasta que, en la década de los sesenta, empezó a valorarse la diferencia. La cultura de lo políticamente correcto, que hoy ha llegado a límites aberrantes y retrógrados, tuvo su origen en algo esencialmente justo y razonable: en la necesidad de dar voz a los que nunca la tuvieron. Hoy Zweig jamás diría algo semejante, porque sin duda a estas alturas sería consciente de su etnocentrismo.

Leyendo al escritor austriaco me pregunto con cierta inquietud por mis propias zonas de sombra. Que sin duda padezco. De algunas he llegado a ser consciente; por ejemplo, recuerdo que hace bastantes años vi un episodio de Star Trek en la televisión de un bar de Santiago de Compostela, y cuando salió el vulcano Spock hablando en gallego me desternillé de risa, me pareció grotesco y muy chistoso, cosa que me afeó inmediatamente un amigo del lugar que estaba presente. Y tenía razón: ¿por qué iba a ser más grotesco el gallego que el castellano? Y aún peor: probablemente si hubiera visto a Spock doblado al francés, pongamos, no me hubiera resultado tan risible. Era una vez más el etnocentrismo, la maldita costumbre de la propia horda, el hecho de que, por entonces, hace ya tiempo, todavía no se hubiera normalizado el uso de las otras lenguas nacionales. Vivimos encerrados en la estrecha cárcel de nuestra pequeña realidad, y eso nos impide pensar libremente. Un último ejemplo: mi padre, que fue torero profesional, amaba profundamente a los animales (es algo que les sucede a muchos matadores). Yo aprendí de él ese amor, pero también su gusto por las corridas; en mi infancia y mi juventud asistí a decenas de ellas sin que me parecieran violentas. Tuvieron que pasar bastantes años hasta que pude liberarme de esa ceguera del hábito, del callo de la rutina. Hasta que pude ver la realidad desde otro lado. Los prejuicios se nos enredan en las neuronas y nos atontan.
Rosa Montero,  El País, 27 de diciembre de 2009